EL NOMBRE DEL PADRE

Una relación significado-significante deformada a modo

El padre, que nos evoca un sinnúmero de adjetivos relacionados con el amor incondicional, la seguridad y la protección, entre una lista interminable de emociones, que por demás son hermosas, muchas veces se ve deformado en la representación social y en el Imaginario Colectivo psicosocial de la humanidad.

Enmendado, porque siempre se encuentra fracturado por las grandes personalidades sociales que lo utilizan como un proceso de poder al acomodarlo a modo para controlar, castrar y someter a las masas, haciéndoles creer que serán protegidos y resguardados en sus derechos sociales humanos “básicos”, cuando en realidad solo utilizan esta figura para lograr sus más psicóticos y funestos actos narcisistas y egocéntricos. Utilizamos la deformación psíquica de el nombre del padre para fines manipulatorios sociales.

Colectivos, que incluyen a algunas  minorías y grupos vulnerables, que utilizan el nombre del padre en pos de buscar igualdades sociales, por equivocación, terminan muchas veces reproduciendo conductas distorsionadas de este personaje, que solo les llevan a conductas antisociales que no representan mas que la imagen negativa y distorsionada de esta representación de un HOMBRE-PADRE, en la peor de sus manifestaciones sociales: este hombre castrante, incomprensivo, impulsivo, irracional y, la mayoría de las veces, distorsionado en su representación básica del símbolo de esta dupla significado-significante que lleva inherente desde el momento en que se le concibe como tal.

El significante del padre debería representar en el infante el límite que da entrada a la diferenciación del bien y del mal en la sociedad, límites que la madre convierte en conductas permanentes de un niño y que se verán reflejadas como un valor en el desarrollo psicosocial del infante. El significante de ese niño -cuyas distorsiones al integrar la imagen del padre justo, moderado y siempre en el centro entre lo que debe ser y no- la mayoría de las veces se ve intercedido por el fantasma de un padre social que representa simbólicamente todas las conductas desviadas socialmente, eso sí, siempre con el permiso social de que estás haciendo lo correcto, dadas las circunstancias. Momento histórico-social más que manipulado por un hombre débil, inseguro y con una autoestima peor que la del infante que lo emula, lo ejemplifica como una imagen idealizada en su psiquismo que deberá reproducir, como un mandato universal o un designio que deviene de los avernos culturales más oscuros e inconscientes.

Si lo visualizamos desde este ángulo, la fragilidad del simbólico de la imagen del padre es protagónica en nuestra sociedad, en los procesos de los cuales nos quejamos en nuestra sociedad, y cuya piedra angular se remite a esos momentos primitivos de nuestro desarrollo infantil.

No dejo de lado la mulitivariedad y multifactoriedad de este breve análisis para incluir a todos aquellos que, como padres del intelecto y la sabiduría, pretendan buscarle ángulos y sesgos a este discernimiento básico, cuya profundidad es de medio milímetro, en pos de minimizar el raciocinio que en él expongo.

Siempre agradecido por ser un buen padre, señor lector.