La familia social extendida ha desaparecido
En UNICEF México, de acuerdo con cifras del INEGI, se dice que los niños y adolescentes de menores 18 años han desertado de la escuela, (esto equivale a 1.5 millones de estudiantes), por falta de herramientas físicas y emocionales para enfrentar las clases a distancia.
Al inicio de la pandemia sabíamos, de algún modo, que el proceso de socialización de nuestros niños y jóvenes se vería afectado, ya que la escuela es el segundo proceso de socialización, después de la familia nuclear, lo que se sabía que afectaría las habilidades sociales de nuestros alumnos.
Las orientaciones que ha emitido la UNICEF reiteran que esta será una decisión de cada país, de acuerdo a su realidad y estrategia para controlar la pandemia, la realidad social de las familias y la realidad de la pandemia en la localidad.
Como siempre, el núcleo más afectado lo representan aquellos con menos posibilidades y herramientas físicas para llevar a cabo la educación a distancia, esto dejando a un lado las emocionales, cuyo protagonista es la ambivalencia entre el MIEDO y LA NECESIDAD. A lo anterior, tenemos que sumarle que no todas las escuelas tienen la posibilidad, dentro de sus instalaciones, de implementar las herramientas necesarias para proteger la salud de sus estudiantes y así ofrecerles a los padres una cierta seguridad. Esto aunado a que todo conglomerado de estudiantes, por menor que sea, lleva la historia y costumbres de medidas sanitarias que esa familia lleve a cabo ante la pandemia, dentro de su grupo familiar y social.
Nos topamos con una dicotomía de valores: la escuela como proceso de socialización versus la salud en las escuelas. Esta es una ambivalencia que se repite en diferentes modalidades como economía versus pandemia, entre otras.
El planteamiento y la decisión final queda en manos de los padres de familia que deben elegir, de acuerdo con sus conocimientos, información y percepción particular de la pandemia; que por demás está atravesada por toda una serie de valores ideológicos singulares, desinformación y distorsiones políticas, sociales e ideológicas; entre enviar a sus hijos a la escuela u optar por las clases a distancia. Sabemos que cada una de ellas es una situación familiar particular dado que hay factores disímbolos en la toma de esta decisión; muchos padres tienen que salir a trabajar y necesitan mandar a sus hijos a la escuela, enfrentándose a esta disyuntiva en medio de un sin número de temores e inseguridades. Estamos ante una alternativa muy difícil, dado que ambas posturas, en el Imaginario Colectivo, dependen de diversas particularidades que no garantizan, en ninguna de ellas, la seguridad, que como padre de familia, uno quisiera.
Difícil decisión, como tantas que nos ha traído la pandemia, solo nos queda pensarlo bien, porque la respuesta generalizada no existe. O nadie ha querido y siguen sin querer tomarla.